Siento el peso de mi país,
el silencio de las voces
de los escritores que no conocí.
Siento el peso de mi sombra
frente al asedio que aún
no se vislumbra,
que me muerde, susurra.
Siento las palabras
que quieren correr,
siento que las muerden,
que las van a desaparecer.
Siento el peso de mi país,
de la historia cíclica
que retuerce su raíz.
Siento las sombras que vuelven,
que asustan, matan y desaparecen.
Aún en el eco de su regreso,
olvidan que los muertos también vuelven.
Ellos siempre repiten: ― Nunca más.
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