A una distancia propia
no reconocía mi reflejo,
quizás había perdido
el velo que me cubría.
A cualquier distancia
siempre te reconozco.
El brillo que has arrastras
en personas vacías.
La distracción varía
y a la vida no le importa
esconder bajo la alfombra
a mis lágrimas caídas.
La distracción no es vida
y a mí sí me importa.
Hay tanto por descubrir
y por amar hasta morir.
Rompería mi burbuja
sólo para no perderte.
Pero rompí mi piel por error
y la sangre se desliza doliente.
Rompe tu piel y estaré ahí,
para sanarla, para llenarla de brillo.
Porque refleja lo mejor de lo sombrío,
lo cálido de un latir confundido.
Viejos problemas enterrados
me aterran cuando duermo.
Perdón si me pierdo
o me asesinan ellos.
Diste hasta tu autoestima
sin esperar ser correspondida,
la vida aprovechó esa virtud
y te premiará por ser digna.
La vida me quitó el autoestima
y lo paga con mi reflejo,
un maltrecho ser que odio
y no lo reconozco cuando lo veo.
Lo físico se gasta, o nace gastado.
Pero ni el más hermoso dio lo que tú,
una bondad imparable y abrasadora
que no conoce lo vil aún.
He conocido lo vil, he sido vil.
No puedes idolatrar un reflejo vil.
Aun siendo bondadosa, me odiaría,
pues la vida me detuvo en una cama vacía.
Yo conozco lo vil, lo he sido.
No conozco vileza en esos ojitos
que resaltan entre tantos aburridos,
que resaltan entre tantos arrepentidos.
Me he vestido de negro
para celebrar la vida,
pero necesito verme de blanco
para sentir que soy bonita.
De negro y de blanco, siempre lo serás.
Distinguir colores no debe dolerte,
camina dejando brillo de verdad
y tu reflejo no controlará lo que verás.
Un reflejo que me odia es lo que seré,
lastima lento con un vacío de amor propio
que ni con el halago más galante llenaré.
Siempre reconozco tu reflejo,
el que tu ves son dos segundos de vacío
en toda una vida de cariño.
Yo veo brillo donde tu ves lo sombrío.
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